lunes, 18 de abril de 2011

Ernesto Pérez Zúñiga y su juego del mono


Qué misterio anida en el paso espectral a la bodega, en ese claroscuro de la alucinación moteada con unos cuantos monos evadidos, los custodios del sueño. La realidad alcanza su tensión de mixturas diversas, de varios y continuos planos soterrados que pueden atisbar, sobre las cosas, la mejor mirada diagonal: la inmediatez primera, la ensoñación lisérgica después, la ficción de una nueva juventud como contrabandistas en la playa, entre los pupitres del deseo, y también la necesidad de escapar de nuevo y renunciar al callejón escueto y sin salida de una vida marcada.

Toda esta amalgama de situaciones, prendidas como redes subterráneas, pero también visibles, luminosas, y también mucho más, nos espera en la novela El juego del mono, de Ernesto Pérez Zúñiga. Ernesto Pérez Zúñiga es poeta y novelista, o novelista y poeta. Creo que en ningún momento una escritura ha llegado a imponerse definitivamente a la otra, y en ese sano equilibro convive –ha convivido- su actividad creadora, que sí se ha ido nutriendo de esa perspectiva múltiple y compleja, de vasos comunicantes pero autónomos también, dotando a su discurso de una complejidad no exenta de belleza natural en la forma. Natural o también artificial, porque el artificio del personaje central de su nueva novela, El juego del mono, está tan bien hilado, tiene tal maestría anímica en el encuadre espacial, que cualquier secuencia surrealista, increíble a priori, se nos vuelve posible y verosímil.

El protagonista de El juego del mono es un profesor de instituto en un pueblo costero cerca de Gibraltar. Convive con una realidad dura, con alumnos sin futuro a los que tiene que convencer de que lo tienen, cuando las dos partes saben que, de hecho, no es verdad: les espera una desesperanza indómita y certera, les espera la cárcel, la delincuencia, el crimen. Pero tampoco el joven profesor, alejado de cualquier eco literario a lo Keating de El club de los poetas muertos, posee un horizonte de vida deslumbrante: vive solo, no cree en nada –en su trabajo mucho menos-, apura cada noche con sus compañeros, en los bares de la zona, lo que aguantan sus cuerpos jóvenes aún, pero ya menos, y de vez en cuando duerme en otras camas.

Un día, volviendo con una tremenda borrachera, descubre que su casa, con un jardín descuidado, tiene un sótano. No lo había visto nunca, a pesar de que un ventanuco da al césped frondoso. Es entonces cuando se adentra en el enigma de su propia existencia, cuando aparece el mono con su juego envolvente. Metaliteratura, la foto de Ava Gardner como único asidero emocional, Dana Andrews, Lolita. El juego del mono es la literatura; pero también la vida descarnada de un profesor sin mañana, envejecido y solo, contada con verdad.

3 comentarios:

  1. Ernesto Pérez Zúñiga es un excelente escritor y se merece una entrada generosa y atenta como ésta. Yo lo conocí hace mucho tiempo ya, en un congreso literario en el Puerto de Santa María. Desde el primer momento me di cuenta de su talento e inteligencia. Un escritor que ha de darnos mucho. Enhorabuena por la publicación de su nueva novela.

    José Luis Rey

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  2. Ni idea de este autor tengo... Me apunto como lectura inicial esta novela.

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