
Tormenta transparente es un libro sobre la ausencia total del amor: no sólo del sentimiento, de su recepción y compañía, sino también del sujeto, porque todo es acción generadora. Así, es el propio lenguaje quien se inyecta a sí mismo, las palabras son cuerpo, piel, tejido primigenio del amor. Muchos versos ahondan en la idea: "Cohabito con el espacio alumbrado de tu despedida", "En la corteza de la luz tu palabra me habla", "Se abre entonces en todas las cosas el tacto de tu voz". La ausencia, al llegar, se relaciona también con el espacio, que es el escenario de un vacío. Sigue la misma estancia, los objetos, y hasta la forma misma en unas sábanas. Sigue toda la vida, sigue el curso corriente de las horas, y sin embargo ahora todo está poblado por la ausencia, conquistado de pronto por un sordo esplendor. Lo explica Lostalé en el poema Tus manos: "Donde anida en silencio el resplandor último del tacto". Porque somos también el eco más sutil de unos dedos tendidos, "concíbeme en tu profundo latido sin aire". Somos ese latido que aún recuerda el instante anterior a ese hueco, la distancia menuda entre dos cuerpos y su conquista minuciosa y blanda. "Abrázame como si ya no estuvieses / para que tu presencia sea umbral del mundo". Así, es la propia ausencia la que inaugura el mundo, porque sólo tenemos esa ausencia, que también es corporeidad.
"Como una tormenta respiras dentro de mí (…). Donde no estás sin memoria aún me concibes". El sujeto amado no sólo se concibe a sí mismo en el lenguaje, en esa plenitud fértil de la imagen, sino que también concibe al propio escritor, que invoca en el silencio una claridad, la presencia invisible de la perduración. Javier Lostalé, tan generoso siempre con la poesía de otros, ha estado acompañado en su presentación en León por Luis Artigue y un servidor; en Córdoba, además, por Pablo García Baena, en la complicidad del magisterio fecundo y sensorial.