miércoles, 2 de mayo de 2012

Boetti sin tiempo


Al fondo del pasillo, el temblor de un candil. No sabemos bien si es una luz, su sombra proyectada con su gota cambiante en la pared o incluso su ilusión, recreada en sí misma más como posible aparición que como entidad definitiva. El eco de una luz, la lámpara dormida a lo largo de años. Es la Lampada annuale, o la Lámpara anual, una de las obras de Alighiero Boetti. Pero la lámpara, en sí misma, su promesa de luz, ¿puede contemplarse en realidad? ¿Dónde anida el pulso de la lógica, aplicada a la obra artística? ¿Y la diferencia entre realismo y verosimilitud, que tanto preocupó a Balzac y a sus contemporáneos –Stendhal, Flaubert, Hugo- y todavía hoy es el germen, el pulso o la contienda más definitoria del arte narrativo? Para Alighiero Boetti, el creador turinés del escurrimiento natural, la broma artística, la linde indisociable entre cualquier canon y la otredad, ese otro nivel que nunca había habitado, o al menos no frecuentemente, dentro de las paredes del museo, la lógica no existe, y tampoco sus márgenes tangibles.

La gracia de la Lampada annuale consiste en que se enciende sólo una vez al año. Una vez al año, sí: ¿pero cuándo, exactamente? Sobre todo, teniendo en cuenta que nadie, hasta el momento, ha llegado a contemplar ese encendido, aunque según la comisaria de la exposición que se pudo ver en el Reina Sofía de Madrid, Lynne Cooke, “parece ser que sí se enciende”. Lejos de ser una mera broma agitadora del arte, o una provocación para miradas excesivamente cartesianas, la muestra viaja ahora a Nueva York, coproducida por la Tate Modern de Londres y el MoMA de Nueva York, nada menos, tras pasar por Madrid.

La pregunta infinita –qué es arte y qué no es arte- tiene un espejo difícil en la obra de Boetti, que murió en Roma en 1994, pero es un autor sin tiempo, porque juega con él y lo somete en su propia experiencia ingobernable. Así, frente a la finitud de todos, la pregunta continua de Boetti, suscitada por él, es más importante que su obra, siempre diferente, inclasificable y alejada de cualquier categorización artística; pero también punzante, como una especie de industrialización del minimalismo imaginativo.

En 1971 comenzó Mappa, obra todavía en marcha cuando falleció, con más de 200 mapas del mundo realizados por bordadoras afganas: política, revoluciones, levantamientos, guerras, casi ciencias sociales aplicadas a ese cromatismo del bordado.

Artista de los trucos, virtuosismo de azar. Quien quiera conocer los límites del arte, pero también la voz ilimitada que alguien que pensó la creación sin obstáculos, deberá visitar el tiempo intemporal de Alighiero Boetti.

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