jueves, 19 de agosto de 2010

Los mercenarios


Este nuevo regreso de Stallone es una declaración de voluntad. No vuelve sólo él, vuelven los clásicos: Dolph Lundgren, Bruce Willis, Mickey Rourke, Eric Roberts y hasta Arnold Schwarzenegger regresan en Los mercenarios, la película escrita en parte, dirigida y protagonizada por Stallone. No es que sean los clásicos en gran plan, pero durante una década y media, los 80 y la primera mitad de los 90, ocuparon espacios, carteleras, coparon las taquillas y las copas de oro de unos nuevos reyes del cine de aventuras. Aquello de aventura tenía poco: gimnasio y esteroides -para quien los tomara-, mamporros y explosiones, que por aquel entonces nos gustaban muchísimo, si uno revisa cada uno de esos taquillazos. El rubio Lundren siempre seguirá siendo el boxeador ruso Iván Drago, cuyo combate con Rocky en la cuarta entrega de la serie arrancó un aplauso, en la cinta, al mismísimo Gorbachov. Luego hizo más películas, quizá más olvidables, algunas con otro mito del género, Jean Claude Van Damme. El mejor Bruce Willis fue el de la serie Luz de luna, y después para el cine, esencialmente, La jungla de cristal. Rourke, la verdad, nunca fue actor de películas de acción, pero luego tuvo tanta acción en su propia vida -llegó a debutar como boxeador, siendo ya actor famoso- que no la necesitaba en los guiones; acompañó a Kim Basinger en Nueve semanas y media, y eso ya es ganarse un puesto en la inmortalidad. Eric Roberts, además de ser el hermano musculado de Julia, siempre hacia de malo. Y de Arnold Schwarzenegger qué vamos a decir, si ha terminado siendo gobernador de California.

En fin, los clásicos. Muy a su manera. Siempre he respetado la figura de Stallone: no es un gran actor, ni un gran guionista, ni mucho menos un gran director, pero quizá pudo llegar a serlo si no hubiera ganado tanta pasta. Es la encarnación del sueño americano, un chaval criado en la Cocina del Infierno, que se empeña en lograr su aspiración, digamos más o menos artista. Ahora los humoristas hacen pasto de él, pero algo había, seguro, en el interior de ese muchacho que la noche del 24 de marzo de 1975 vio el combate entre Muhammad Ali y Chuck Wepner. Esa misma noche se encerró en su casa, bajó las persianas y comenzó a escribir: en tres días había acabado el guión de Rocky. Los productores lo aceptaron, pero querían a una estrella como Ryan O'Neal, Burt Reynolds o Robert Redford. Exigió ser protagonista: el resultado fue dos nominaciones al Oscar, como mejor actor y como mejor guionista, y la creación de un mito. Entonces -hoy nadie lo recuerda- compararon su actuación con Al Pacino y Jack Nicholson. Ganó tanto dinero que se olvidó de eso, y ahora es demasiado tarde para que el gran Sly pueda reinventarse.

1 comentario:

  1. Tengo ganas de verla, y estoy seguro de que me gustará la película. Stallone también tiene, no sólo ya mi respeto, sino que también tiene mi simpatía. Para mí es un clásico, aquel grande que firmó Rocky. Quizá el problema que le veo es que parece que no deja de volver y que no termina de aterrizar.

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