Una luz errante en la ventana. Hay que detenerse a mirar a esa luz, a escuchar esa música. Quizá nos detenemos ya para demasiadas pocas cosas, y los aviones parten con una prontitud desmesurada, y los trenes se agotan en un túnel sin tiempo. Pero no vendría mal que esperaras a escuchar el pequeño milagro de unas voces.
La canción se titula Luces errantes y la firma Ismael Serrano. Ha sido este verano, un junio de algún vértigo azul recuperado y de fiebres cambiantes, cuando Ismael viajó a Ramala, donde grabó el tema acompañado por los coros de los niños y niñas del Conservatorio de Música Edward Said.
Si todas estas palabras pueden activar la sensibilidad a cualquiera -Ramala, franja de Gaza, coro de niños, y también Edward Said, autor de las maravillosas, incisivas y duras Crónicas palestinas, que era además experto en Joseph Conrad-, la suma de valores, la letra de la canción, su melodía, es una explosión de júbilo y de fe en contra del cinismo que vivimos, de la desesperanza o del desánimo.
Lo malo de escuchar Luces errantes es que después uno no puede arrancarse de la cabeza la melodía, la letra, el compromiso. Después de haber oído esta nueva canción de Ismael, acompañado de un coro de niños de la franja de Gaza, todas esas voces te acompañan a cualquier hora del día, como un eco lejano, cada vez más presente, de ligereza y aire, de musicalidad flotante, de una alegría limpia de temor o de esquirlas. Se ha hablado mucho de la hermosura de la tristeza, desde la pose romántica de damas enfermadas por la melancolía, con esa languidez de cipreses nevados. Se ha hablado mucho, también, de la expresividad de lo agresivo, de su plasticidad violenta, del impacto visual de la víscera expuesta como profanación de la salud, de una humanidad. Sin embargo, quizá porque la literatura y el cine se han esmerado mucho en sublimar ese esteticismo ocre del perdedor, de la derrota justa, de su dolor larvado, no se vindica tanto desde el arte la alegría infantil, cenital, que es la expresión pura de la mayor belleza de este mundo.
Esta nueva canción, Luces errantes, tiene a su favor no sólo esa estética, sino también esa ética. La voz de Ismael Serrano suena cálida, matizada y sugerente, como ese mismo vuelo de todas las cometas que todos esos niños echaron a volar por encima del muro de la franja de Gaza, para formar parte del Guinness. Sin embargo, cuando entra el coro de niños, cuando ese coro de niños palestinos echa el vuelo a cantar, nos parece también que podemos volar más allá de nosotros, de nuestro propio muro, porque esas voces de una fragilidad ensordecedora las que nos llenan de oxígeno, en la respiración de un mundo nuevo que debe promoverlos como protagonistas.
Escucha Luces errantes, y se te llenará el espíritu. Aseguro una experiencia contagiosa, y una cercanía duradera: porque ellos cantarán dentro de ti, y abrirán más tus ojos, y te harán mirar mucho más lejos. Escucha Luces errantes en http://www.itunes.com/ y http://www.luceserrantes.com/.
Todos sus beneficios serán destinados, precisamente, a los niños refugiados de la franja de Gaza, a través de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina, la UNRWA Comité Español. Quizá por eso ahora, justo ahora, cuando todo parece más perdido que nunca, ha llegado el momento de volver a cantar.
Por que hay que estar en contra del desánimo, de la desesperanza y del cinismo. Sobre todo, cuando parece ya que todas las batallas se han perdido. Es imposible escuchar esta canción, y atender a este coro de niños cuando entran y dan color y forma, sensibilidad y lenguaje, plasticidad sonora, en árabe, a esta nueva letra de Ismael, y continuar pensando que las cosas necesariamente acaban mal, aunque sea cierto. No es una canción escrita contra nadie: es una canción escrita a favor de estos niños, con esa lucha diaria por la supervivencia de los que ya han perdido casi todo, con la devastación bombardeada de cualquier mañana luminosa.
Así, por encima del muro, un día muchos niños de la franja de Gaza quisieron dibujar otro nuevo futuro, y trataron de entrar en el libro Guinness con el mayor lanzamiento de cometas que se ha visto, por encima del muro. Todo esto cuenta la canción, por el encima del muro, la casa, el olivar. Todos esos niños, así, con esa fuerza. Hoy por la mañana se presenta esta canción, y por mi parte al menos no quiero que la actualidad agresiva del día se trague la noticia de que estos niños cantan, y ahora pueden ser oídos aquí. Porque hay que creer en ellos, frente a los descreimientos: trata de escuchar su luz errante, como si todavía soñaras otra vida.
La canción se titula Luces errantes y la firma Ismael Serrano. Ha sido este verano, un junio de algún vértigo azul recuperado y de fiebres cambiantes, cuando Ismael viajó a Ramala, donde grabó el tema acompañado por los coros de los niños y niñas del Conservatorio de Música Edward Said.
Si todas estas palabras pueden activar la sensibilidad a cualquiera -Ramala, franja de Gaza, coro de niños, y también Edward Said, autor de las maravillosas, incisivas y duras Crónicas palestinas, que era además experto en Joseph Conrad-, la suma de valores, la letra de la canción, su melodía, es una explosión de júbilo y de fe en contra del cinismo que vivimos, de la desesperanza o del desánimo.
Lo malo de escuchar Luces errantes es que después uno no puede arrancarse de la cabeza la melodía, la letra, el compromiso. Después de haber oído esta nueva canción de Ismael, acompañado de un coro de niños de la franja de Gaza, todas esas voces te acompañan a cualquier hora del día, como un eco lejano, cada vez más presente, de ligereza y aire, de musicalidad flotante, de una alegría limpia de temor o de esquirlas. Se ha hablado mucho de la hermosura de la tristeza, desde la pose romántica de damas enfermadas por la melancolía, con esa languidez de cipreses nevados. Se ha hablado mucho, también, de la expresividad de lo agresivo, de su plasticidad violenta, del impacto visual de la víscera expuesta como profanación de la salud, de una humanidad. Sin embargo, quizá porque la literatura y el cine se han esmerado mucho en sublimar ese esteticismo ocre del perdedor, de la derrota justa, de su dolor larvado, no se vindica tanto desde el arte la alegría infantil, cenital, que es la expresión pura de la mayor belleza de este mundo.
Esta nueva canción, Luces errantes, tiene a su favor no sólo esa estética, sino también esa ética. La voz de Ismael Serrano suena cálida, matizada y sugerente, como ese mismo vuelo de todas las cometas que todos esos niños echaron a volar por encima del muro de la franja de Gaza, para formar parte del Guinness. Sin embargo, cuando entra el coro de niños, cuando ese coro de niños palestinos echa el vuelo a cantar, nos parece también que podemos volar más allá de nosotros, de nuestro propio muro, porque esas voces de una fragilidad ensordecedora las que nos llenan de oxígeno, en la respiración de un mundo nuevo que debe promoverlos como protagonistas.
Escucha Luces errantes, y se te llenará el espíritu. Aseguro una experiencia contagiosa, y una cercanía duradera: porque ellos cantarán dentro de ti, y abrirán más tus ojos, y te harán mirar mucho más lejos. Escucha Luces errantes en http://www.itunes.com/ y http://www.luceserrantes.com/.
Todos sus beneficios serán destinados, precisamente, a los niños refugiados de la franja de Gaza, a través de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina, la UNRWA Comité Español. Quizá por eso ahora, justo ahora, cuando todo parece más perdido que nunca, ha llegado el momento de volver a cantar.
Por que hay que estar en contra del desánimo, de la desesperanza y del cinismo. Sobre todo, cuando parece ya que todas las batallas se han perdido. Es imposible escuchar esta canción, y atender a este coro de niños cuando entran y dan color y forma, sensibilidad y lenguaje, plasticidad sonora, en árabe, a esta nueva letra de Ismael, y continuar pensando que las cosas necesariamente acaban mal, aunque sea cierto. No es una canción escrita contra nadie: es una canción escrita a favor de estos niños, con esa lucha diaria por la supervivencia de los que ya han perdido casi todo, con la devastación bombardeada de cualquier mañana luminosa.
Así, por encima del muro, un día muchos niños de la franja de Gaza quisieron dibujar otro nuevo futuro, y trataron de entrar en el libro Guinness con el mayor lanzamiento de cometas que se ha visto, por encima del muro. Todo esto cuenta la canción, por el encima del muro, la casa, el olivar. Todos esos niños, así, con esa fuerza. Hoy por la mañana se presenta esta canción, y por mi parte al menos no quiero que la actualidad agresiva del día se trague la noticia de que estos niños cantan, y ahora pueden ser oídos aquí. Porque hay que creer en ellos, frente a los descreimientos: trata de escuchar su luz errante, como si todavía soñaras otra vida.
Yo al escuchar la canción, he podido sentir toda Palestina, sus ráices, la injusticia y los ojos ciegos que desde Occidente se obstinan en no ver...
ResponderEliminarSólo Ismael es capaz de conseguir transmitir ese sentimiento. "Luces errantes" es un remanso de paz en medio de la tormenta. :-)
Un abrazo, maestro.
Magnífica crónica, maestro.
ResponderEliminarIncreible como siempre lo que ha hecho Ismael,,,
ResponderEliminarUn abrazo Joaquin y felicidades,,,,
Perdon olvidaba felicitarte por tu crónica y decirte me permitas subirla a mi blog,,,
ResponderEliminarMás abrazos,,,
¡Feliz Año Nuevo!. Más vale tarde, que nunca. Con una luz errante en la ventana. Me gusta la lentitud en la Vida, a pesar de las prisas que nos atenazan.
ResponderEliminarSalud.
Que bonito relato y que bonito proyecto el que hizo con estos niños Ismael, a ver si, de una vez por todas, nos concienciamos con el problema de este pueblo.
ResponderEliminarBesotes y feliz añote, cuídate mucho
De verdad que la canción y sobre todo el gesto de nuestro querido Ismael se merece unas palabras tan buenas como las tuyas. Un abrazo.
ResponderEliminarGrandes Ismael y Rodolfo!
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