lunes, 31 de enero de 2011

50 años sin Clark Gable


Clark Gable era el arco y la sonrisa, esa hombría chulesca de la pura elegancia. En él todo era límite: entre su poderío físico y su talento expresivo, que él mismo no se tomó en serio hasta Vidas rebeldes, esa cinta crepuscular -si hay una película consciente del ocaso, que lo nombra y lo vive, al tiempo, es precisamente Vidas rebeldes- en la que tuvo que batirse también con el crepúsculo de Marilyn y Montgomery Clift, ambos hundidos en sus propios naufragios, que habían de provocar el mejor fruto, delicado y salvaje, de la filmografía de John Huston. Vidas rebeldes simboliza el fin de una época, el bello derrumbe de la edad de oro de los grandes gigantes. Entre todos ellos, en aquella corte principesca, Clark Gable fue el Rey: lo llamaron así porque lo era, desde que en Sucedió una noche apareció sin camiseta interior y, desde entonces, los norteamericanos dejaron de usarla. Años después Marlon Brando las volvió a poner de moda en Un tranvía llamado deseo, pero el mundo era otro y también sus monarcas.

Ahora se cumplen cincuenta años de su muerte, y es un buen momento para recordar al Rey de Hollywood, esa fascinación por Carole Lombard, esa esbelta mujer con los rasgos perfectos de una reina, la mirada tan honda como un lago despierto. Antes que ella, Joan Crawford ya limó todas las aristas de la bestia, la masculinidad dura y sangrante que parecía salida de los muelles oscuros de Long Island. Había un caballero dentro del joven rudo, pero el leopardo nunca se durmió. Cuando el amor de su vida, Carole Lombard, murió en un accidente de aviación, Clark Gable quedó definitivamente destrozado. Se alistó como voluntario y combatió en la Segunda Guerra Mundial. Cuando volvió, la vida era ya otra. No le gustaron tanto los guiones y empezó un declive aparente que no cristalizó: aún tuvo fuerzas para seducir, de una tacada, a Ava Gardner y Grace Kelly en Mogambo, o para liberar a una sensual Yvonne De Carlo en La esclava libre, con un Sur desmoronado en el que el hombre busca su destino otra vez.

Lejos, muy lejos, quedaba su interpretación como Reth Butler, que Gable rechazó secretamente, aunque tuviera una raíz invisible con muchos de sus otros personajes: el hombre que ante el fuego de cualquier destrucción ha de empezar de nuevo, y se rehace."Un hombre así puede perderlo todo y alejarse / como si nada le importara. / Puede ausentarse años, irse a África / o a los Mares del Sur, / a soportar a solas lo indecible. / Pero puede volver; un hombre así / siempre puede volver", escribe Ana Isabel Conejo en su espléndido poema Clark Gable. Cincuenta años después, vuelve para quedarse: aún sigue reinando y sonriendo a Scarlett al final de la escalera.

4 comentarios:

  1. Aunque ya parezca muy repetitiva, me ha encantado tu entrada, tan tierna, delicada y sublime.
    Has conseguido transmitir la parte más humana de Clark Gable.
    Y, aunque ya pasen 50 años, creo que siempre se recordará esa sonrisa, esa mirada a la que pocas mujeres podrían resistirse...

    Un besote enorme, cuídate y que tengas un felíz domingo y mejor semana

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  2. Muchas gracias amiga! Me gustó mucho el último texto de tu blog. Te encantaría el libro de Ana Isabel Conejo, "Rostros". Es una maravilla, sobre todo si te gusta, como a mí, el cine clásico, que también es el Cine, a secas y en mayúscula. Besos grandes,

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  3. Tomo nota, de ella leí hace unos años "Atlas", me encandiló no sabes cuanto, jugueteando entre el mito y la historia, mi favorito quizás pudo ser "Roma".
    Así que me sorprende y agrada que vuelva de nuevo su nombre con tu recomendación y encima sobre un tema al que no puedo resistirme, el cine clásico.
    Dejo el comentario para salir a su encuentro, ¡¡que mejor plan para esta soleada tarde!!, jeje

    Un besote enorme y gracias de nuevo!

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  4. "Atlas" no lo he leido, pero sí "Rostros", como te decía, y "Zapatos de cristal", que tiene un poema muy emotivo sobre la invasión de Iraq. Tienes razón, es una poeta muy fina.

    ¡Disfruta de ese sol!

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