Dennis Ávila es un tipo magnífico. Tiene en San José el mejor local imaginable: un restaurante llamado Rayuela, seguido de la sala El lobo estepario.
En el Rayuela, al aire libre, con una hermosa barra sostenida bajo un retrato estoico de Cortázar, pitillo en mano y sombra embravecida en el reverso oscuro de los ojos, se comen los mejores burritos, los más suaves y tiernos, que uno pueda probar en Costa Rica.
En el enorme escenario de El lobo estepario, en cuanto se cierran sus puertas y se encienden las luces azules como un láser lisérgico, ocurren los milagros de la noche, esa pulsión de piel convertida en verdad de la escritura, el recital, el concierto esmerado hasta las mil horas derretidas bajo la madrugada.
Un milagro. Un local. Un barman que también es cocinero porque se puso a serlo, y además es poeta cuando quiere:
En el Rayuela, al aire libre, con una hermosa barra sostenida bajo un retrato estoico de Cortázar, pitillo en mano y sombra embravecida en el reverso oscuro de los ojos, se comen los mejores burritos, los más suaves y tiernos, que uno pueda probar en Costa Rica.
En el enorme escenario de El lobo estepario, en cuanto se cierran sus puertas y se encienden las luces azules como un láser lisérgico, ocurren los milagros de la noche, esa pulsión de piel convertida en verdad de la escritura, el recital, el concierto esmerado hasta las mil horas derretidas bajo la madrugada.
Un milagro. Un local. Un barman que también es cocinero porque se puso a serlo, y además es poeta cuando quiere:
Arena lenta
Líquidos de una memoria
golpeada, salimos a buscar la
calma que nos mantiene impacientes.
Ahorramos el beneficio y las dudas,
de este modo nuestras propias
energías no intentarían gastar las
pasadas formas de las horas, y
otro minuto deslizado sí sería
capaz de quitarnos la unida
mitad de la tristeza.
Ahora creemos
en las tres
partes
del
cansancio,
en la extraña
opuesta estructura
con que el sol se retira
cuando pensamos que sería
una verdadera victoria nuestra
apuesta por el desvelo intacto de
la tarde, pero nos retocó muy pronto
la violenta llamada y la ternura
de nuestro anterior y tan humano
verano, que recuerda no haber visto el
otoño, el color del camino que llora
la memoria rota de sus hojas.
Líquidos de una memoria
golpeada, salimos a buscar la
calma que nos mantiene impacientes.
Ahorramos el beneficio y las dudas,
de este modo nuestras propias
energías no intentarían gastar las
pasadas formas de las horas, y
otro minuto deslizado sí sería
capaz de quitarnos la unida
mitad de la tristeza.
Ahora creemos
en las tres
partes
del
cansancio,
en la extraña
opuesta estructura
con que el sol se retira
cuando pensamos que sería
una verdadera victoria nuestra
apuesta por el desvelo intacto de
la tarde, pero nos retocó muy pronto
la violenta llamada y la ternura
de nuestro anterior y tan humano
verano, que recuerda no haber visto el
otoño, el color del camino que llora
la memoria rota de sus hojas.
Gracias Joaquín pues leer esto es como si me hubieras llevado; como si estuviera allí ahora... Y bienvenido siempre.
ResponderEliminarCuando la arena son palabras, el tiempo se decanta como la vida, con vocación de eternidad. Y , además, siempre se le puede dar la vuelta al reloj. Magnífico poema.
ResponderEliminarDesde un tiempo sin relojes, un abrazo, Joaquín
Con la nostalgia de no haberte podido conocer, te saludo dese Costa Rica, esperando correr con mejor suerte en tu siguiente visita!
ResponderEliminarArabella
Ya el otoño asoma a mi piel y a mi forma de vida comienza a parecerse a la de un lobo estepario con la memoria acercándose al galope y lo cercano diluyéndose entre los dedos, y de repente...tu verano asoma desde Rayuela y en vez de Cortázar veo a Azaústre mirándome sagaz y magicamente.
ResponderEliminarGracia joaquín por tu poema.
Tenía tanto tiempo de no leer este poema y ahora que lo hago la piel se me llena de hojas... publicado en un libro realizado para el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, el mismo en el que Joaquín participó semanas atrás, en realidad nació para otro libro: El otoño no cae de un árbol. Puede ser buen momento de retomar este libro que, para los latinoaméricanos, sobre todo para nosotros que vivimos en el trópico imagino que será una verdadera utopía rozar estas páginas, aquello que no se tiene, en realidad con lo que soñamos todo el tiempo. Gracias Joaquín.
ResponderEliminarAmigos muchísimas gracias a todos por la compañía y por el brindis, por la vida y los libros!!
ResponderEliminarUn abrazo!!