martes, 15 de mayo de 2012

La maleta de Gerda Taro


 Aparece, de pronto, una maleta, con la vida fugaz de Gerda Taro convertida en materia. Nos regresa el pasado, nos acosa en el nimbo de todas las historias flotantes sobre el mar de retina, con su aleteo de párpados. En Córdoba, hemos crecido con el perfil caído del guerrillero de Cerro Muriano, blandiendo su fusil como un talión convertido en un tiempo sin contraposición: “Si tus fotografías no son lo suficientemente buenas, es porque no estás lo suficientemente cerca”, decía Robert Capa, y nosotros estamos tan cerca de su pulso en la visión, del reconocimiento de todos esos grandes reporteros que contaron las guerras bajo el impacto sordo de sus fotografías, que al recorrer los montes de El Muriano, en su quietud de sol y de maleza, otros milicianos invisibles caen también con la tarde final, en un letargo fijo y luminoso.

Ya sucedió antes, cuando apareció la famosa maleta mexicana de Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour Chim, que no era, realmente, una maleta, sino tres cajas mínimas con 126 carretes de imágenes tomadas durante la Guerra Civil. Habían estado perdidas durante siete décadas, y han podido contemplarse en el Museo de Arte Nacional de Cataluña, en una muestra titulada La maleta mexicana.

El redescubrimiento de los negativos de la guerra civil española de Capa, 'Chim' y Taro. Imágenes danzantes tras su acecho de lluvia, mosaico de una guerra interminable. Antes, todo este material ha sido expuesto en el International Center of Photography de Nueva York, que se ha encargado de la restauración y de la catalogación de los negativos.

Instante decisivo a lo Cartier-Bresson, y quizá impostura a lo Doisneau: ellos se emboscaban detrás de aquellas máquinas tan grandes, pelos engominados abrigados con un jersey grueso, de cuello vuelto, las solapas subidas para así protegerse de un viento de llovizna, pero no de metrallas que ascendían con el primer rigor de la mañana.

No apareció el negativo más famoso, la del miliciano de Cerro Muriano, pero sí su registro convertido en una fisonomía de la guerra. Gerda Taro muere en Brunete, atropellada por un tanque, en julio de 1937. Dos años después, al concluir la contienda, Capa y Chim vuelven a París tras sobrevivir al paso por los terribles campos de refugiados en el sur de Francia. Chim viaja en barco a México, tras aceptar un encargo de Life, y Capa trata de ir hacia la Francia no ocupada. Entrega la maleta –que podría comprometerle- a Tchiki Weiss, uno de sus colaboradores. Weiss es detenido y encarcelado en Marruecos. Cuando es puesto en libertad, por la presión de Capa desde Nueva York, en 1942, la maleta ya se ha extraviado.

Ahora conocemos el resto de la historia. Quizá en otra maleta, polvorienta y recóndita, duerman los negativos del final de la historia.

4 comentarios:

  1. Dicen que Gerda Taro ayudó a Capa a forjar su talento: encauzó su energía, su arrojo, puso ante sus ojos paisajes que nuna hubiera imaginado, le empujó a redactar el testamento de los vencidos. Gerda Taro fue, en muchos aspectos un personaje literario del que, por contagio, Capa dedujo el final de su historia.
    Abrazos.
    PD: "Los nadadores" está sobre mi escritorio. Sin abrir. Esperando el momento de zambullirse. Pero ya me salpica.

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  2. Querido José Luis, todos tenemos nuestra propia maleta con fotos perdidas.

    Ya me contarás la temperatura del agua.

    Un abrazo!

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  3. Si la guitarra de Woody Guthrie llevaba la leyenda «esta máquina mata fascistas», algo parecido podrían haber grabado en sus cámaras aquellos tres jóvenes fotógrafos judios.

    Un abrazo amigo "nadador".

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