martes, 18 de mayo de 2010

Nosotros, los detectives salvajes


Llegué a Madrid en otoño del 98. Leía El cielo protector, sentado sobre el césped de la Ciudad Universitaria, y pensaba que el cielo de Madrid también iba a protegerme, un poco. En noviembre de aquel año le dieron el Premio Herralde a un escritor entonces desconocido, omnipresente hoy: Roberto Bolaño, por Los detectives salvajes. Transcribo parte del principio: "Tengo diecisiete años (...), estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tío insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso le dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitacion y lloré toda la noche. O al menos una buena parte. Después, con aparente resignación, entré en la gloriosa Facultad de Derecho, pero al cabo de un mes me inscribí en el taller de poesía". Bueno, no es la historia de mi vida, pero casi. Mía y de muchos otros. Así que Roberto Bolaño en ese párrafo de arranque nombra un momento universal en la vida de cualquier escritor: cuando se le "induce" a estudiar Derecho, que por otra parte no está mal, pero cómo se puede comparar con disertar horas y más horas sobre un poema de Claudio Rodríguez con embriagadora lucidez... Luego Derecho puede acabarse o no, y hasta ejercerse -o no-, pero eso ya son otras categorías dentro de la principal: el escritor que estudia para lo que no va a ser, rebelión silenciosa ante uno mismo.

Releo Los detectives salvajes y llego a una conclusión fácil: la protagonista de esta historia poliédrica, con cientos de personajes fascinantes, reconocibles en toda geografía, es la literatura misma. Porque también sabe cobrarse sus víctimas sabrosas esa fascinación, todas esas horas cincelando los bordes de un poema. La literatura, sí, como veneno o como bendición, pero especialmente como una condena. En Los detectives salvajes uno comprende que nunca hay suficientes cielos protectores, que por cada uno de aquellos a los que la literatura hizo feliz ha arrasado la vida de cientos de infelices.

2 comentarios:

  1. Cierto es que durante muchos años envidié cada una de los, casi medio centenar o más, de personajes que se dejan ver entre las páginas de esta novela, sin raíces, en una vida por vivir en ese preciso instante, con ingógnitas por resorver que necesitaba de mi colaboración, ese viaje inolvidable...

    Y claro está, me tocó dar con sus páginas en esos momentos de la facultad en que te das cuenta que tu sueño se desmorona, que las clases se hacen cada vez más teóricas y menos atractivas para alguien que soñaba, simplemente, con descubir la historia indagando en los cimientos del pasado, en ser arqueóloga a toda consta y empaparme de actas capitulares y legajos en archivos donde descubres que la historia está viva, con sus personajes y sus testimonios. En cierto modo, no deja de ser literatura antigua...Terminé con tal desgana mimética del entorno, que dejé mis sueños a un lado, pasando a cumplir el sueño que los demás guardaban para mí...

    Disfruta de tu sueño hecho realidad...
    Mi futuro está aún por escribir y mi sueño por alcanzar


    Un besote enorme, cuidate mucho

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  2. Clarita, me ha encantado tu comentario. Feliz Fin de Semana!

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