Patxi Andión regresa sin la vista cansada, con la misma pericia de mirar la realidad menuda en su destilación. Uno de estos viernes pasados ha tocado Patxi Andión en Madrid, en la sala Galileo Galilei. Allí acudimos todos los amigos, un poco errantes de viernes, a escuchar a este hombre, también trovador errante, que ha hecho de la música encontrada en la escultura lenta de palabras un viaje en el tiempo con serios visos de actualidad creativa.
En la puesta en escena, no tiene Patxi Andión problemas de sonido: sigue guardando una buena voz, torrencial si la ocasión lo busca o lo requiere, pero él sabe bien, después de tantos años de escenario y vida, que nadie va buscando en esa calidad de cantautor el berrido estridente, el grito ensimismado, sino la melodía licuada en una voz que sabe de inflexiones y de gestos, de recitado de suave, de una matización en las palabras que sabe descifrar el peso singular de cualquier adjetivo.
Con un criterio nítido y sensible, se rodeó para el concierto de músicos de indudable calidad, como Antonio Serrano, que no iban buscando, como ocurre a veces con algunos instrumentistas mercenarios, el propio lucimiento personal, sino saber acompañar bajo la contención en la voz, dando un nuevo recorte o surgimiento al hallazgo poético en ese paladeo, con una percusión que nunca debe ser atronadora, sino un ambiente, sombra de la palabra.
La noche del Galileo, escuchando a Patxi Andión, había que vivirla, era otra noche. Nada de charloteos en el escenario, contando vidas comunes, sino haciendo de toda existencia común, macerada en la letra, un brillo descriptible de emoción pura. Hay en este autor algo que se echa en falta en algunos miembros de las nuevas hornadas de canción de autor: por un lado, una formación poética, que ha leído el Siglo de Oro y, por supuesto, también el 27, más la poesía del 70 y los 80, con una verdadera devoción; por otro, esa capacidad humana y libre de transformar el hecho poético en los descubrimientos cotidianos. Pero para eso, claro, hay que leer, y también observar, más allá del drama de uno mismo.
Hemos asistido al regreso de Patxi Andión, a esta juventud suya de ahora que no vive de elegías por un tiempo pasado, sino que se afirma en el fuste del aquí y el hoy.
Esto sí que es canción de autor, esto es Porvenir.
En la puesta en escena, no tiene Patxi Andión problemas de sonido: sigue guardando una buena voz, torrencial si la ocasión lo busca o lo requiere, pero él sabe bien, después de tantos años de escenario y vida, que nadie va buscando en esa calidad de cantautor el berrido estridente, el grito ensimismado, sino la melodía licuada en una voz que sabe de inflexiones y de gestos, de recitado de suave, de una matización en las palabras que sabe descifrar el peso singular de cualquier adjetivo.
Con un criterio nítido y sensible, se rodeó para el concierto de músicos de indudable calidad, como Antonio Serrano, que no iban buscando, como ocurre a veces con algunos instrumentistas mercenarios, el propio lucimiento personal, sino saber acompañar bajo la contención en la voz, dando un nuevo recorte o surgimiento al hallazgo poético en ese paladeo, con una percusión que nunca debe ser atronadora, sino un ambiente, sombra de la palabra.
La noche del Galileo, escuchando a Patxi Andión, había que vivirla, era otra noche. Nada de charloteos en el escenario, contando vidas comunes, sino haciendo de toda existencia común, macerada en la letra, un brillo descriptible de emoción pura. Hay en este autor algo que se echa en falta en algunos miembros de las nuevas hornadas de canción de autor: por un lado, una formación poética, que ha leído el Siglo de Oro y, por supuesto, también el 27, más la poesía del 70 y los 80, con una verdadera devoción; por otro, esa capacidad humana y libre de transformar el hecho poético en los descubrimientos cotidianos. Pero para eso, claro, hay que leer, y también observar, más allá del drama de uno mismo.
Hemos asistido al regreso de Patxi Andión, a esta juventud suya de ahora que no vive de elegías por un tiempo pasado, sino que se afirma en el fuste del aquí y el hoy.
Esto sí que es canción de autor, esto es Porvenir.
(Fotografía de Juan Miguel Morales)
Verdadera envidia siento. Y también curiosidad. Yo fuí uno de los pribilegiados que pudo escucharlo en directo en los años setenta y ochenta, y ya en aquellos tiempos su voz y sus maneras atrapaban.
ResponderEliminarTu descripción no puede ser mas sugestiva.
Un abrazo.
Privilegiado. Perdón.
ResponderEliminarSu último disco es asignatura pendiente personal de estos meses pasados. Habrá que aprovechar tu recordatorio para que deje de serlo.
ResponderEliminarSalud, compañero¡¡¡
la foto de patxi es de juan miguel morales...
ResponderEliminarhay que firmar las fotos... y esta lo está (aunque sea perdida en el ciber-espacio), me consta porque la publiqué firmada por primera vez en mi blog, donde muestro mi trabajo fotográfico con la canción de autor especialmente.
un saludo
Perfecto y Niuqech M., que alegría saberos por aquí!
ResponderEliminarJuan Miguel, como puedes comprobar si lees el texto, al final aparece la autoría de la foto.
Un abrazo a todos!
genial, joaquin... mil abrazos!
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