lunes, 5 de diciembre de 2011

San Cristóbal en Córdoba


Una ciudad vive sus propias transiciones en la barra de un bar o en su última ruina sostenida en el tiempo. Somos nuestra ruina y también nuestros bares, memoria de otros días concentrados en una carta, familiar aún, lejanamente, por esas coincidencias del cuerpo y el espíritu. Bares de transición, noches de entrega: cuando el paisaje muta, cambia nuestro registro de los días pasados, pero también de cualquier punto de unión con nuestro futuro imaginable.

Cuando una ciudad, un barrio, no recuerda sus bares, no los mima, se está dejando atrás la resonancia de unas noches vivas que alumbraron las horas de la celebración; y qué sería de nosotros, ayer y hoy, pero también mañana, sin tener un espacio en el que reflejarnos.

Para volver, para que el regreso sea posible, antes tenemos que habitar un territorio, sus cuencas, sus matices, con esa sucesión de imágenes conexas y también inconexas, pero que son corteza de los días. ¿Es posible vivir sin escenarios? Seguramente, sí. Como también puede hacerse sin poesía y sin música; pero, entonces, ¿qué devenir estamos construyendo? El tráfico continuo hacia otra nueva parte, una especie de nomadismo crónico que ve pasar, sin vida, el decorado.

Un decorado fijo para Ciudad Jardín, en Córdoba, es San Cristóbal, que se ha ido reinventando en su vigor de años. Como un faro nocturno interpuesto entre la plaza de Los Califas y la plaza de Costa Sol, San Cristóbal mantiene iluminado su posición de oasis tabernario, de vocación del encuentro más allá del límite del barrio. Hay bares que crean barrios, que les dan su pujanza cuando cierra el mercado, que emiten su frecuencia de medios bien servidos sobre una barra que es memoria activa, donde padres e hijos se suceden en la contemplación exacta de una calle.

San Cristóbal, hermanada con varias tabernas cordobesas que han hecho de la cocina casera su personalidad, guarda el sabor intacto de la infancia: medallones sabrosos y berenjenas fritas en las noches de invierno, cuando el salón del fondo se ajustaba en la mirada vieja de los pasos pequeños o las manos pequeñas, por citar el título de la novela corta de Andrés Barba. San Cristóbal sigue siendo una hospitalidad para Ciudad Jardín, la taberna como álbum familiar en la vida de un barrio, pero también el pulso sostenido por encarar el día de mañana. La mejor gastronomía tradicional cordobesa puede pedirse allí, pero un observador alerta entenderá que el tiempo es su vigor recuperado.

Una ciudad se enhebra de texturas diversas, de aventuras más o menos acertadas, de improvisaciones o proyectos más aquilatados. Ahora, Córdoba contempla un futuro incierto, pero hay que ocuparlo: siempre será más cálido sabiendo que hay lugares a los que regresar, sabores que despiertan la retina para ver el pasado en porvenir. Si pasamos estas puertas, podremos habitar mejor la incertidumbre.

9 comentarios:

  1. Hace unos días pasé por allí con mi mujer(era entre semana y estaba concurridísimo) y disfrutamos de unas pijotas fritas y unos níscalos a la plancha (ahora es la temporada), excelentes. Si le hubieran preguntado a Bécquer en ocasión como esa, qué es poesía, en lugar de la consabida respuesta, habría señalado la carta del San Cristóbal.Porque no solo de pan vive el hombre, querido Joaquín.

    Así pues, cuándo quieras, te invito allí a unas cañitas y a unas medias.

    Un abrazo en prosa gastronómica, amigo

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  2. Querido Miguel, será un placer! Envíame cuando puedas un mail a azaustre@yahoo.es y concretamos día, estas Fiestas. Un abrazo!

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  4. Joaquín, sobre el 20 viene Alfonso -mi hijo- de Vietnam. Te envío el e-mail y quedamos los tres antes de fin de año: ¿Te parece?

    ¡Ah! Y corregir el lapsus cálami de mi primer comentario (que me chirría): Ese "cuando" sin tilde.

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  5. Vivir quizá no sea otra cosa que regresar a todos los escenarios que hemos dejado atrás. Has logrado que me acode en esos bares de Córdoba. Gracias por la invitación. La próxima la pago yo. Abrazos

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  6. Cordoba no sería tan Cordoba sin esos lugares, lugares de vivencia y trasiego, de hoy y de cuando fuiemos mas jovenes.
    Admirable tu semblanza.

    Un abrazo.

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  7. Joaquín aquí en Argentina no llegan tus libros pero acabo de escuchar un par de poemas. Maravilloso.

    Me encanta comenzar a leer a un poeta, es como descifrar una enigma indescifrable. Van apareciendo sus preguntas, sus laberintos, sus trampas invisibles.

    Luego leí esto: "Escribo porque me salva,
    para que las preguntas duelan menos
    o no acechen, escribo
    porque nunca fue más bello el engaño". Y recordé esto otro que escribí yo: http://www.facebook.com/photo.php?fbid=1995408719517&set=a.1995393079126.107910.1072425422&type=3&theater

    Señor de los Tobillos, ha sido un gusto!

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  8. José Luis, espero esas cañas con alegría! Perfecto, bienvenido a tu casa. Fernanda, espero solucionar pronto esa circunstancia con la publicación, en curso, de una antología de mi poesía en Argentina. Un abrazo muy fuerte a los tres, me habéis alegrado la tarde imaginando que nos tomábamos unas cervezas juntos en esa misma barra!

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