Pere Gimferrer en la luz culmina su rapsodia de los días pasados. Rapsodia es el título de su último libro de esta nueva etapa, hasta el momento la última, del nuevo Gimferrer escribiendo poesía en castellano, tras Amor en vilo y Tornado. El amor, el amor, eterno poeta joven, como le dijo en su día Octavio Paz. Se mantiene intacta la tensión y el gusto por la imagen que va a salvar al verso de su significado. El amor, sí, y el paso del tiempo, son los dos grandes temas de la poesía en general y también de este libro, matizado además por la tensión de un debate interno del poema: ¿debe significar, o debe ser? En una entrevista reciente, en la revista Mercurio, afirma Gimferrer: "La poesía es ante todo palabra e imagen, no idea". Es una poética familiar para buena parte de la tradición andaluza, y también a la rama más cimera de Cántico. Así, en la sección XIV de Rapsodia, el protagonismo alcanza a Góngora, para enlazar después con un debate poético que ha recorrido todo el siglo XX, y que amenaza también al XXI: "Góngora vive sólo en sus palabras, / no en aquella mirada velazqueña;": puestos a elegir, o sea, la palabra es también su propia imagen.
Más adelante, termina Gimferrer: "(...) porque el poema, en su dominio ardiente, / más que a significar aspira a ser". Hay otras poéticas -básicamente, dos: el realismo-objetivo y el poema-idea, con sus variaciones respectivas- pero en esta tradición, la de la imagen, que trata de alcanzar su máxima expresión como lenguaje y como sonido, en el significado propio de la música a nivel superior que al semántico, la poesía de Pere Gimferrer descansa en la mejor hamaca del idioma. Después da gracias a Góngora y a Dante, como nosotros podemos también dar gracias a Pere Gimferrer por haber resuelto este debate: "(...) cada palabra es nuestra redención, / la que nos salva de morir helados". Quizá este poema sobre Góngora, en el que el amor se oculta como tema, aunque sí aparezca soterrado -"el poema se explica al llamear"- es la piedra angular flamígera del libro.
De todos los poetas que habitan en la piel de Gimferrer, da una densidad emocional y artística el que se afirma a sí mismo, mirando su perfil en el espejo, cuando la indagación sobre la propia naturaleza del poema como objeto de lenguaje se mezcla con una reflexión sobre la vida -"El tiempo nuestro es ya de despedida"-, contemplada con una claridad crepuscular. "Lo queríamos todo, pero, al cabo, / lo hemos tenido todo: haber vivido". La sutileza está en el pero, y también en el todo. ¿Puede el amor vivir fuera de su cárcel material, y también el poema? Quizá: nos queda descubrirnos como protagonistas del fulgor.
Más adelante, termina Gimferrer: "(...) porque el poema, en su dominio ardiente, / más que a significar aspira a ser". Hay otras poéticas -básicamente, dos: el realismo-objetivo y el poema-idea, con sus variaciones respectivas- pero en esta tradición, la de la imagen, que trata de alcanzar su máxima expresión como lenguaje y como sonido, en el significado propio de la música a nivel superior que al semántico, la poesía de Pere Gimferrer descansa en la mejor hamaca del idioma. Después da gracias a Góngora y a Dante, como nosotros podemos también dar gracias a Pere Gimferrer por haber resuelto este debate: "(...) cada palabra es nuestra redención, / la que nos salva de morir helados". Quizá este poema sobre Góngora, en el que el amor se oculta como tema, aunque sí aparezca soterrado -"el poema se explica al llamear"- es la piedra angular flamígera del libro.
De todos los poetas que habitan en la piel de Gimferrer, da una densidad emocional y artística el que se afirma a sí mismo, mirando su perfil en el espejo, cuando la indagación sobre la propia naturaleza del poema como objeto de lenguaje se mezcla con una reflexión sobre la vida -"El tiempo nuestro es ya de despedida"-, contemplada con una claridad crepuscular. "Lo queríamos todo, pero, al cabo, / lo hemos tenido todo: haber vivido". La sutileza está en el pero, y también en el todo. ¿Puede el amor vivir fuera de su cárcel material, y también el poema? Quizá: nos queda descubrirnos como protagonistas del fulgor.
Encuentro otra llamarada en Valente:
ResponderEliminarY todo lo que existe en esta hora
de absoluto fulgor
se abrasa, arde
contigo, cuerpo,
en la incendiada boca de la noche.
Un placer leerte, como siempre.
Grande, Gimferrer. Uno de los mejores de la mejor generación poética que hemos tenido desde la del 27: los Novísimos. Buena entrada, que nos recuerda que la poesía verdadera permanecerá pese a las modas y los detractores.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias a los dos!
ResponderEliminarUn gimferreriano abrazo!