TRASPLANTE
Tu vida vive en mí. Es una casa abierta
con un recibidor de maderas suaves.
Tu vida late en mí, en la nueva cocina
con el pastel de carne, con los muebles pastel
despejando las vidas hacia el patio interior,
sosteniendo tu voz un bastón muy pequeño
que fue el eje solar de la infancia arcillosa.
Tu vida vive en mí, pero no soy semilla:
sólo el destinatario de tu carta ulterior,
metáfora encarnada bajo los azulejos
con ese tono antiguo de despensa cubierta,
de provisiones secas en los meses de frío.
Quiero encontrar en mí esa hospitalidad,
la del salón cobrizo en el sitio de encuentro,
hule de carbonilla, despertares de amianto
-silicato de sal, alúmina de hierro-
con el gallo fantasma repicando en la luz.
Dame ese viejo cuarzo de su tumba de mina,
aquel sifón granate, la botella más verde
del embudo perplejo, déjame revolver
el telar de tu ropa transparente y ligera.
He buscado en la calle San Antonio de Pádua,
en el San Rafael que vigila la plaza
igual que un arponero de la vida invisible.
He comprado un almendro para verlo crecer.
Perteneciente a Las Ollerías (Visor, 2011)
Los almendros están ya en flor, preciosos. Yo ya puedo hablar, después de que el médico me recetara el silencio. Bueno, fue más que eso, fue una orden: ¡Que me callara!, entrometiéndose casi en mi vida, en mi actuar.
ResponderEliminarVa pasando ya, vuelvo a hablar, ¡cómo si ahora fuera tan fácil callarse!.
Ayer estuve en Madrid, -para gritar, para luchar, para reivindicar-. Después busqué lugares comunes y me dejé caer por una superficie comercial, por la FNAC. Pregunté por un libro, y lo tenían. A ver si aciertas qué libro me acompañó ayer a la vuelta de la gran ciudad. Le falta algo al libro que compré, para que sea un poquito más mío. ¿Quizá una dedicatoria?. No importa, lo importante es leerlo.
Vivimos un poquito en los demás, a pesar de la superficialidad de la red, de las nuevas tecnologías. Ahora los domingos, también son para la poesía.
Salud.
Esta tarde de marzo, de domingo lluvioso, releo este trasplante de recuerdos tan vívidos, de huellas de una casa, de presencias proustianas, como una siembra nueva que hace latir en mí otra vida distinta en otra humilde casa de higueras estivales y braseros de cobre.
ResponderEliminarGracias, Joaquín.
Un abrazo
Tiene tanto ritmo que no necesita música. Gracias por compartirlo :)
ResponderEliminarNos trasladas a ese rincon que no deja de atraer recuerdos de mi infancia, de un pueblecito donde las grandes ciudades no hiciron mella en sus cimientos, en sus hogares, donde el ambiente rezumaba a braseros de ascuas oreandose en las puertas mientras nuestras madres echaban más leña seca y ramas a los braseros de cobre que tintineaban al mismo son de nuestros cuerpos al sentir el calorcito en las frías heladas...
ResponderEliminarQue grades momentos!!Que gran regalito de domingo!!
Un besote enrome, cuídate.
Andante, qué alegría. El viaje y el aliento. La dedicatoria ya la tienes escrita, ya está escrita.
ResponderEliminarMiguel, Clarita, Airun, muchísimas gracias por la compañía, por esa resonancia que habéis dado al poema.
Un fuerte abrazo!