La vida como un prisma aletargado extendiendo los brazos a cualquier expresión. Eso me parece que es, en esencia, la poesía de Rodolfo Serrano: una de sus vertientes expresivas, una cualidad rica y puntual que sólo es el capítulo seguido de una historia más larga. Llevo varios meses dándole vueltas a la idea de Rodolfo, en su Blog, de escribir un poema nuevo cada lunes. Al principio, para qué negarlo, me pareció una temeridad: convertir el poema en columna periodística, con esa voluntad que da el oficio y esa otra voluntad de los lectores, que crea una obligación casi contractual, por el lado emotivo, me parecía una apuesta demasiado arriesgada.
Sin embargo, a pesar de la osadía cotidiana del lunes, el asunto ha ido funcionando, y siempre varias decenas de comentarios, al hilo del poema, independientemente de que ese lunes fuera mejor o más logrado que el lunes anterior, me han ido convenciendo de una sola realidad: que para bastante gente, a mucha de la cuál seguramente Rodolfo no conocerá físicamente en su vida, o verá pocas veces, levantarse los lunes y leer su poema es una misma cosa, y una credencial de la mañana. Tenemos, entonces, otro perfil poético: el de la acción alusiva y voluntaria del poema.
Fue entonces cuando comprendí que estaba tratando de entender este fenómeno internáutico-poético, digamos, con unos cánones convencionales de la creación literaria. Y, si algo caracteriza a la escritura de Rodolfo, es su no convencionalidad. ¿Quién ha dicho que el poema no pueda ser, también, una radiografía sentimental, matutina y directa? ¿Quién ha dicho que no puede ser, además, columna periodística amorosa? Precisamente la literatura puede serlo todo, y esa es su mayor ventaja sobre lo visual, que ya es, per se, mientras que la literatura sugiere o puede ser.
Después de mucho tiempo de conocerle y quererle, tengo la impresión de que Rofolfo Serrano no se ha limitado, estos años, a escribir varios libros de poemas -Especial para cócteles o La blancura de la ballena-, una novela ambientada en sus territorios míticos de Córdoba y Madrid -Un único crimen- y varios ensayos: dos sobre la memoria -La España de Cuéntame y Toda España era una cárcel, ambos en colaboración de su hijo Daniel-, y uno sobre el trabajo periodístico de título desapasionado, en ese fingimiento de desposesión sentimental que es la autocrítica directa -Un oficio de fracasados-, más algunas canciones popularizadas después por su hijo Ismael. Cualquiera, ante semejante biografía o radiografía literaria, podrá pensar en un carácter multifacético, y acertará. Sin embargo, hay algo mucho más profundo en la escritura de Rodolfo Serrano que excede la convencionalidad de los géneros y las presuntas unicidades de los libros: Rodolfo, en realidad, lleva ya varios años escribiendo una misma novela, poliédrica y en marcha, una reconstrucción emocional que abarca el sentimiento amoroso -presente en los poemas, como también la ausencia del padre o la tristeza por los sueños todavía dormidos bajo los adoquines-, la recreación histórica de sus años feroces -la Transición y los primeros años democráticos, con santificación o sin ella, a menudo sin ella y con juicios muy críticos- y un sentimiento de hermandad trascendida, de humanidad muy honda, de compasión amiga, convertida en una forma de respirar, y también de escribir.
Uno puede enfrentarse a un libro de Rodolfo Serrano, sea de lo que sea, de poesía o de ensayo, pensando que está saliendo al paso de eso, de un libro, y será verdad. Pero la verdadera literatura se nutre de varias capas, calor y densidad, y por eso ese libro supondrá, realmente, un capítulo exento del gran libro que Rodolfo lleva escribiendo hace años. Periodista, sí; pero también escritor de una novela que es mucho más larga que sus libros, que se ha ido deslizando en pequeñas entregas, recoletas y vivas, ocultas y de pronto activas en la Red. Así, también su libro Historias de Madrid, puede ser leido de muchas formas distintas: como tratado turístico y como novela de costumbres galdosiana, como álbum fotográfico de un Madrid cada vez más crepuscular, sí; pero, también, como muestrario humano y bondadoso de una tipología de personajes a veces golpeados por la vida, que aparecen despacio, sin hacer ningún ruido, por más que lleven dentro el ruido primigenio de una autenticidad intacta y vulnerable. Todo esto es la poesía: esa hondura, ese gran monólogo interior cincelado de tiempo y esa meditación, usando el título benetiano.
Así, puestos a citar presencias rastreables en él, ciñéndome a cuestiones de ética vital pensaría en Antonio Machado, Herman Melville y León Tolstói; atendiendo a razones de poética-estética, quizá sus referentes más cercanos, en la lírica patria, sean Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater, con algo de Ángel González -el 50, o sea, en su vertiente más cercana a la Escuela de Barcelona-, y en la inglesa un eco lejano de Philip Larkin y W. H. Auden, como rastros formales.
Todo esto -cada vez lo tengo más claro, y así he tratado de aplicarlo en mi libro de poemas más reciente, Las Ollerías- es la literatura: no una aspiración concretada en un título, o en unos pocos títulos, sino una gran conversación moral, prolongada y suave, de ahondamiento no siempre pacífico, de herrumbre solidaria y solitaria, de una oxidación de los propios recuerdos convertidos en lenguaje y en una carnosidad no del todo apacible, que establece cualquier escritor con su propia existencia, con sus dudas y sus vacilaciones, y también con sus instantes vividos de mayor plenitud. La gran novela que Rodolfo Serrano ha tenido siempre entre sus manos, y que todavía no ha escrito -esa historia de Vallekas, de esos años, de la agitación cultural en la nueva pureza de rescribir la vida en nuestra entonces joven y despierta democracia-, la ha ido destilando secretamente en sus libros, como fogonazos concentrados de una existencia vuelta fotogramas bajo la luz honrada de la única experiencia verdadera.
Vaya descripción tan amigable y bonita, como se nota que derrochas talento, generosidad y cariño por los cuatro costados. Una pena no poder ir a la presentación de tu libro, aunque seguro creo Manuel y Rodolfo, tendrán un instante en que brinden por Yolanda y por mi, que te admiramos un montón, e intentamos seguirte, aunque sea a través del espacio virtual del hilo telefónico convertido en lugar de encuentro de entre otras cosas la cultura y la amista. Mucha suerte mañana, aunque seguro no te hace falta.
ResponderEliminarSuscribo tus palabras de la primera a la última, en parte me siento identificada en ciertos sentimientos plasmados tan magestuosamente, porque leí todas las obras de Rodolfo, porque me pierdo cada lunes en sus versos tan necesarios para empezar la semana, porque pese a no conocerlo personalmente, tengo la impresión de que pocas personas quedan como él...
ResponderEliminarCreo que Rodolfo debe de estar muy orgulloso de tener un amigo como tú, de teneros mútuamente y leer una entrada que, lejos de ser convencional, se convierte en una hermosa exaltación de la amistad...
Y, como diría mi abuela, que dure muuuuhos años!!
Un besote enorme
Dios mío....
ResponderEliminarUna radiografía maravillosa de la obra y el hombre (también maravillosos).
ResponderEliminarY qué gran placer leer cada lunes las poesías de Rodolfo.
Conocí a Rodolfo hace ya algún tiempo y recuerdo que cuando leí su primera poesía, sentí lo mismo que cuando escuché la primera canción de Ismael Serrano (la del diputado que se enamora de una niña con uniforme... ). Sentí ese pinchazo en el alma, un pinchazo placentero, ese vértigo en las letras de un poema que bien podría ser canción o lo que fuese. Porque Rodolfo cuando escribe lo hace desde la sencillez absoluta de la palabra, desde esa costumbre de vivir las cosas saboreando los mas pequeños detalles.
ResponderEliminarRodolfo habla del amor en cada poema y creo que deja un poco de amor en cada uno de ellos y es por eso que nosotros al leerlo, sentimos esa inyección de amor desde las letras a los ojos y quedamos con ganas de más, porque para el amor siempre hay ganas infinitas.
Me ha gustado mucho lo que has escrito Joaquín. Pienso que tu poesía es inreible, llana y pura y que me llegan tus palabras, tanto como las de Rodolfo, y creo que tienes un gran talento y mucho que aportar todavía a la literatura, a la poesía. Quedo expectante, queriendo tener en mi poder ese libro tuyo de las "Ollerias" , queriendo encontrar en tus poesías esa pasión también por la vida, el amor y todas las cosas.
Te felicito por ser como eres. Por hablar así de los amigos. Por esta forma tuya de quererlos, que se presiente en tus letras y se siente en cada uno de tus gestos (lo sé, no me preguntes, por qué, pero lo sé).
Te mando un gran abrazo, lo mereces. Como todos los éxitos posibles. Gran escritor, estás hecho y artista de la vida, porque un amigo como tú sé que es algo grande y que Rodolfo lo sabe y lo valora y cuída.
eigual - www.escriboaqui.es
Rodolfo ha entrado en mi bagaje de lector compulsivo y de bloguero converso hace muy poco tiempo (lagunas de la ignorancia) y a través de tus círculos concéntrincos creativos. Ha entrado deslumbrando, como una nueva luz en la noche oscura del alma. Se nota que alrededor del talento gira la inteligencia y, a su vez, ambos en la órbita de la sensibilidad. Todo ello con lenguajes humanos, profundos y sencillos al tiempo, inteligibles en el ámbito del conocimiento. No poesía de la experiencia: ¡Poesía de la existencia!
ResponderEliminarPara terminar, el comentario de eigual, magnífico también, me habría gustado escribirlo a mí.
Gracias a los tres por este derroche de sentimientos compatidos. Sendos abrazos.
Sentimientos compartidos, quise decir. La errata que no nos falte.
ResponderEliminarEl amigo que siempre quise tener y el que siento que es.
ResponderEliminarTengo ese libro bastante leído ya, siempre encuentro en él un poema en el cual refugiarme, donde reflejar mi recuerdo y mi presente. Es un libro que me encanta y leo a menudo. Rodolfo habla desde dentro, sincero, y en estos tiempos se agradece a la persona que habla así, con la verdad, desde dentro. A personas así son a las que uno puede llamar amigo.
ResponderEliminarLa verdad es que cada lunes es un poco más especial gracias al poema de Rodolfo en la pantalla.Como sin quererlo, a cada verso, echa raices en muchos de nosotros y nos revuelve de pies a cabeza para empezar, seguir o acabar el día pensando.
ResponderEliminarCreo que lo mejor de la poesía de Rodolfo Serrano es, precisamente, eso, que te hace sentir desde el pensamiento. Te ata en una caricia y te da el metal para que te forjes la llave que abra los grilletes.
Supongo que si no lo sabe lo intuye, pero es maestro para muchos de los que le leemos. Lo apreciamos y queremos en esas facetas que deja a conocer. Te envidio la suerte de tenerlo como amigo, también lo envidio a él por tenerte entre los suyos.
Un beso enorme,
Nagore
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios!
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