sábado, 26 de febrero de 2011

José Daniel García, estibador de sombras


Estibador de sombras es un título que le viene muy bien a José Daniel García, ya sea como conjunto de poemas o incluso como arranque de poética. Algo tiene José Daniel García de estibador, su escritura compacta, bien dosificada en la expresión del vuelo subterráneo de la imagen. Si atendemos a las dos acepciones, estibador es tanto el obrero que aprieta materiales o cosas disueltas como el que distribuye, de forma conveniente, los pesos en el buque. A primera vista, las dos definiciones podrían aplicarse a cierto número de poetas de ahora: los que parten de la incapacidad del lenguaje en sí mismo, y también de la poesía como medio, para tratar de hacer una gran obra. El poema, entonces, es una mera distribución de caracteres, alejados ya los grandes empeños literarios y la fe en nombrar un mundo ya de por sí innombrable, de manera que el poeta no es quien mire más lejos, sino el que mejor atornille los pocos materiales que aún nos quedan. No es que la poesía, ahora mismo, sea esto únicamente, pero hay demasiados lectores militantes de John Ashbery por ahí resueltos a convencernos de que se puede escribir un libro al año sobre la imposibilidad de escribir, que ya es; sin embargo, es una parte nada desdeñable de la poesía hecha estos días, y en esa línea creo que José Daniel García ha sido capaz de escabullirse de entre los corsés originarios de esa intencionalidad para ir cincelando con muy buena mano, y un dominio del tiempo -sobre todo de sus tiempos poemáticos-, esa palabra-síntesis que ya no es solamente un imaginería plástica, sino la depuración consciente de la imagen.

El proceso de José Daniel García y de su nuevo libro, Estibador de sombras no es muy diferente del de otros poetas de su misma edad y lecturas similares: un inicio en la poesía urbana coloquial que después ha tenido que buscar, necesariamente, un registro más amplio. En el caso de José Daniel, como ya se entrevió en El sueño del monóxido y se confirmó después en Coma, Premio Hiperión, su camino estaba marcado inevitablemente por lo onírico. Hay una sencillez en la poesía de José Daniel García que no oculta sus repuntes eléctricos, en forma de coletazos imaginativos que de pronto refulgen, o sacuden, o nos llevan al coma sensorial. Sin embargo, el aprecio por lo mínimo de José Daniel no será en ningún caso lo que Caballero Bonald definió un día como "la coartada de los incapaces", sino una especie de sabiduría que va llegando poco a poco a sus libros, casi sin hacer ruido, pero ya con una extraña habilidad por nombrar la vida en sus aristas.

2 comentarios:

  1. Como no podía ser de otro modo, genial entrada...

    Y, claro está, como tampoco podía ser de otro modo, me apunto la recomendación como próxima lectura, ya te contaré.

    Un besote

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