viernes, 4 de marzo de 2011

Carta del joven novelista Mario Vargas Llosa


Quizá no es necesario ganar el Premio Nobel para poder escribir ese discurso, pero desde luego sí es imprescindible dedicar una vida al arte de escribir. El comentario, aquí, sería reproducir el texto de Mario Vargas Llosa leído en la Academia Sueca, palabra por palabra, porque da la impresión de que todas sus novelas anteriores, esa arquitectura narrativa, esa forja honda y concienzuda del oficio, tantas vidas hechas bajo el abrigo noble de los libros, las ha trenzado Vargas para llegar hasta aquí: pero no para el Nobel, sino porque gracias a que ha ganado el Premio Nobel se ha visto obligado a escribir el discurso, una llave maestra para abrir cualquier puerta, de cualquier escritura, y también la visión gran angular del mundo a través de la ficción.

Para cualquier escritor joven, para un escritor de cualquier edad, hay algo en este discurso de una confesión deslumbradora. Escribe Vargas Llosa: “No es fácil contar historias (…). Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas (…). Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada”. La reflexión es fruto del estudio, de haber vivido bien París y Barcelona cuando las ciudades eran todavía rutas literarias. Ésta es la enseñanza de un hombre que se ha preocupado de labrar, muy humildemente, su oficio de escribir: porque esa voluntad, y esa modestia, es proporcional a la ambición del propósito.

Cuando en las clases de literatura se trate de explicar a los alumnos qué es la literatura, ya no hará falta otra referencia que cualquier afirmación de este discurso, que ha sido el verdadero premio que Vargas Llosa nos ha hecho ganar a los demás: “Quién busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una vida”, que es como decir Tolstói y Dostoyevski.

Literatura como libertad: de derechos, geográfica. Crítica del nacionalismo, “que convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento”. Horizonte, soñar, leer, narrar: para mejorar nuestro Informe Pisa, sería bueno dejar a los maestros trabajar, pero también hacer un comentario de texto del discurso, de su conexión con la enseñanza y el aprendizaje de uno mismo.

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